Existe una diferencia entre lo que se muestra y lo que se comunica. El hecho de mostrar una imagen va más allá de la simple representación gráfica de un objeto real. Las referencias que expresa una imagen vienen precisadas por las circunstancias concretas de su uso, que son las que hacen que se establezca una conexión dinámica entre la imagen mostrada y su usuario.. De ahí que un estudio efectivo del discurso visual deba situarse en una perspectiva pragmática que nos permita analizar el origen, el uso y los efectos producidos por los signos visuales en el ámbito comportamental en que aparecen. Las sutiles estrategias comunicatias son, por su intrínseca carga de subjetiidad, de difícil estudio, a menos que las situemos en el interior de su correspondiente mundo posible, en el que rigen unas reglas que dan sentido a todos los comportamientos que se dan en su interior. Asentadas las bases interpretativas mediante la construcción de mundos posibles, el discurso visual se plantea como el resultado de una intersección cooperativa y creativa entre quien muestra una imagen para decir algo intencionado y quien realiza el esfuerzo de interpretación que requiere su comprensión. Al incorporar la recepción y la interpretación, el enfoque pragmático permite humanizar el significado de las imágenes, ya que, al situarlas dentro de los dominios del uso social, establece una conexión dinámica entre el enunciado y el saber y sentir de sus actores. Actores que, a su vez, devienen coautores del discurso.
Prólogo de Jordi Berrio.